Desde el principio de los tiempos, de nuestros tiempos, del tiempo que nos tocó compartir, del tiempo en que nos fue dado conocernos… comenzó a cimentarse una amistad. O algo parecido.
Un beso en mi coche, en un parking, lo cambió todo.
Hablaba y me mirabas, te miraba. Me besaste. Me dejé. El dueño del parking hizo buen negocio. Quizás incluso asistió a un mini espectáculo. Él sabrá.
Yo dejé de pensar. Ya te dije. Por eso no sé decir qué llenaba mi mente en ese momento. Mis sentidos andaban llenos de ti.
El café. No tomábamos café. Pero era un café. Café con todas las letras. Allí siempre nos olvidábamos de que había otros, otras, en otras mesas. El camarero contorsionando su cuello para poder ver nuestra mesa. No he vuelto a ese café.
Tus manos. ¿Cuántas manos tenías? Por todos sitios tus manos. En tu casa, en la habitación de al lado, tu hermano ¿durmiendo? Música protectora, tu mano en mi boca agarrando suspiros.
Mis manos. Palas gigantes que llegan a todas partes. Rozo tus labios y se inunda la otra punta del mundo. Toco, te toco… mis manos crecían contigo.
Tu espalda mirándome en mi cama. Temblabas. La primera vez que no teníamos prisas ni miedos… nos teníamos. Desespero en tus poros, te giras, te dejo, te beso, me besas. Me pierdo… y no te lo digo.
Montseny. Es posible amar sin dormir, amar sin morir, amar si parar, amar sin descansar. Es posible dormir durante cinco minutos y de repente despertar. Sin mirar, otra vez, todo vuelve a comenzar. Una ventana en el techo, debajo nuestros cuerpos. Danzo al ritmo que marcan tus caderas y no paro, no paras, no paramos. No podía casi moverme al día siguiente. ¿Importa que nos perdiéramos la belleza de las montañas?
Silencio. Mi silencio durante tiempo. Te das. Me doy. No lo digo. Silencio. Miedo. No quiero decir, decirme, lo que siento. No en voz alta, no fuera de tu cama, de mi cama, de tus brazos.
Y tú. Dudas y te cansas.
Y yo, grito. Y hablo y llego donde tú estás cuando decidiste marchar.
Girona. Amor desesperado en una habitación de hotel. Te necesito, me necesitas. Lloran las nubes sobre el barrio judío. Nos mojamos por dentro y por fuera.
Paris. Sueño extraño, besos y paseos de la mano. Conversaciones de desamor, besos mojados de pasión.
Murcia, Vitoria, Bilbao, Costa del cantábrico, Asturias, Montes de Europa, Almería, Granada, Sevilla, Cádiz, Madrid. Una caricia en cada lugar.
San Francisco. Montañas con osos, Las Vegas, El Gran Cañón, Los Ángeles. Cama King Size para perdernos y encontrarnos. Preciosas, brumosas, fascinantes las playas del Big Sur. Un oso, un perro, una mariquita…
San Francisco otra vez… Tu mirada. Tus besos, tus manos, tus piernas enredadas en las mías. Suspiros desesperados el último día. Feliz, felices.
Sí. La felicidad existe.
Fin.
Muero. Sé que mueres también. Morir es también volver a nacer, aunque yo no lo sabía.
Costa brava, complicidad lánguida. Sur de Francia, rastros de Van Gogh. Besos ausentes. Lágrimas.
Budapuest acuoso y lloroso. No sabía dejar de estar triste. En el gran mercado, al final, sonrisas.
Desierto. Hielo. Y, sin embargo, amor.
Amor. Más allá de convenciones, tópicos, relaciones, posesiones, condiciones… Amor sin más.
Suerte. Soy afortunada conozco la historia más bonita del mundo. Es mía y tuya.
Quizás nos quisimos, nos queremos, demasiado. Quizás… Hoy sonrío. Y no dejaré de hacerlo siempre que piense en ti.
Felicidades trozo de…
Y ahora cierra los ojos.
Piensa un deseo
y sopla…