29 agosto 2006

Por debajo de lo visible

Quizás es que no sé hacer las cosas a medias y mi equilibrio consiste en aceptar mi desequilibrio. Quizás por eso si me pongo a correr voy lejos, si paro me petrifico. Si me duele la cabeza: Duele. El dolor se desarrolla… me muestra todos sus matices, permanece. Hace días que duele. Hoy decidí bostezar y algo comenzó a cambiar. El dolor se volvió más fluido y mientras mi boca se abría escribí esto:

“Bostezos de boca enorme que traga aire y come peces que resbalan sobre mi piel mojada. Duele sentir el bostezo sin salir, duele sacar lo que hay tras el bostezo. Duele, duele… duele el agua mojada de agua aún más mojada. Duelen los besos no mostrados y los dedos no tocados. Duele decir que duele y duele, también, callar que duele. Duele sin más.

Vuelvo a bostezar. Y sale dolor. Entra una respiración. Me trago el aire y saco nada. Nada dolorosa llena de algo que no reconozco. Duele.

Cabeza y alma. Pensamiento y Sentimiento. ¿Son la misma cosa?

Inspiro, respiro. Mi centro de gravedad, un globo, que se infla y desinfla. Grito en silencio. Callo ruidosamente. Abrir y cerrar. Comer y ayunar. Silencio.

Bostezo... Y sale, tímido, un nudo pequeño.”


Grito… mas no me quejo. Ese dolor también soy yo.
Hoy hace frío. Mañana (o pasado) todo será diferente y seguiré siendo yo.

27 agosto 2006

fluido grueso

Líquido espeso. Negro en mis labios, suave en mis ojos. Líquido que es más que un simple fluido que corre. La densidad de un líquido está directamente relacionada con las sensaciones que produce en los labios.

Este es un líquido grueso. Y negro. Suave. Dulce. Terriblemente dulce y amargo a la vez. Dentro de mi cuerpo además se vuelve extrañamente elástico. Se mezcla con mis neuronas. Corre entre ellas y crea nuevas sinapsis.

Hoy duelen las ondas de sonido que de rebote en rebote van a parar a mis oídos. Y, sin embargo, no quiero dejar de escuchar esas notas musicales. Hoy el café en forma de líquido grueso se convierte en necesidad. Hoy me duelen todos los dolores de cabeza de mi vida y hoy no dejo de vivir por ello. No me escondo porque no quepo en ninguno de mis escondites.

Pequeña, encogida, desnuda… sentada en una silla que gira. Olor a café enganchado a mi piel, sabor a extraña hiel perdido entre mis dedos. Casi me trago el teclado con las manos ¿ha encogido?

Hoy hablaba el periódico de una extraña epidemia de dolor de neuronas hastiadas. Epidemia en mi cabeza, epidemia de deshielo anticipado. Epidemia de besos olvidados que no vienen a curar las migrañas del desengaño. Epidemia de escritos raros.

Antes me escondía en ti. Tus caricias tapaban mis miedos.

Cuando no hubo escondite me quedé al sol. Luego vino el frío y también me quedé allí. Tiempo después permanecí. Y descubrí que yo podía ser mi propio escondite.

Vinieron a taparme y me dejé y luego me aparté. Me aparté más que me dejé. Quizás dolió a alguien.

Quizás ya no sé dar amor. Quizás no sé recibirlo…

Hace unas noches, alcohol y música mezclados a partes iguales corriendo por mi piel… la mejor combinación para esconder mis miedos tras una enorme sonrisa. O no…

Hoy quería escribir sobre el amor y este dolor vino a impedírmelo. El aire huele a algo que no es amor y yo me pregunto por qué los sentimientos son siempre tan complicados. Me pregunto por qué será tan difícil explicar lo que sienten los sentidos con palabras porque quizás si pudiera hacerlo me resultaría más fácil entender esta sensación extraña que llena mis fosas nasales y a través de ellas pasa directa a mi cerebro provocando… provocando… provocándome.

Echo de menos el olor del café, el de la hierba en medio de la nada, el de las flores nocturnas de los veranos de mi infancia, el del deseo no racional. El sentir ingenuo de despertares indoloros.

Dulce granulado que cae sobre una fina capa marrón que tapa un líquido negro y se queda ahí. Equilibrio inestable… finalmente la capa marrón cede y el azúcar se hunde. Una cucharilla dentro se mueve. En la taza dentro, todo, café, labios… se mezcla y se vuelve denso.

Trago… otra vez líquido grueso. Dicen que es bueno para los dolores. Contrae a las arterias díscolas que deciden ir a su aire y provocan un dolor sordo a ambos lados de la cabeza.

Medicina para el alma en forma de líquido negro. Medicina para el cuerpo en forma de palabras tecleadas con descuido.

Y mientras, el mundo se mueve… la tierra gira, se traslada, los equinoccios se suceden y los solsticios también. El mundo vive ajeno a los líquidos gruesos y a los dolores extraños. ¿Y el amor? Yo ya no sé si sé de amor.

24 agosto 2006

A propósito de "mi armario"

Caperucita me dice a propósito del “armario”: “¿Dices que si se sale luego no se puede volver a entrar?”

No lo sé. Sé que no quiero entrar. Tendría que cortar un trozo de mí. Encogerme… No, no quiero.

Mis piernas me llevan y el resto de mi yo se deja. Sé que han crecido, ellas, mis piernas, y no estoy dispuesta a mutilarlas para regresar a un sitio en el que ya no quepo.

Primero fue un dedo, luego se atrevió un trocito de mi pie. Finalmente salió entero el pie derecho. Pero regresó dentro, tenía miedo. Pasaron días hasta que el izquierdo quiso imitar la excursión de su hermano. Mi pie izquierdo es un poquito más débil que el derecho y su movimiento es más lento. Quizás por eso necesitó más tiempo para conseguir salir del armario. Posiblemente por eso tardó un poco más en regresar, y yo diría que por eso decidió que no quería volver, no del todo.

Mis pies comenzaron a caminar lentamente, fuera del armario. Y todo eso mientras mi cuerpo aún permanecía dentro. Poco a poco las piernas salieron y comenzaron a correr. Recordé en ese momento que en el pasado yo ya había corrido.

Ahora dolía volver a hacerlo, dolía tanto… Volver a aprender todo de nuevo… pero no paré. Pisé hielo, piedras y charcos… me sumergí hasta los tobillos y seguí corriendo.

Y, seguía en mí la certeza de que en el pasado ya estuve fuera. Pienso en una amiga, ella me dijo que cuando me conoció se quedó fascinada conmigo porque le parecí la lesbiana ideal. Alguien sin problemas ni complejos, con las cosas muy claras… y encima con pinta de chica “normal”. Según ella yo era el “ejemplo a seguir”.

Ejemplo… curiosa ironía.

¿Lesbiana? Probablemente no me hubiera identificado con esa palabra. ¿Por qué poner etiquetas y límites? Sin embargo, es cierto que yo en ese momento era libre, me sentía libre, no había armarios a la vista.

Regresar… no, no es posible regresar a un armario. Pero sí construir otro. Quizás eso sucedió. Quizás nunca salí del todo. Quizás…

Ahora, me escapo corriendo de este armario, esa es mi sensación. Quizás es una huída más espiritual que física pero yo lo noto como algo integral. Toda yo me despierto y corro… corro fuera.

Y corriendo pierdo algo de inocencia y gano otras cosas.

La primera vez que hacemos algo es siempre diferente. Y miro con ingenuidad mis primeras veces de cosas insignificantes que para mí son simplemente fascinantes. Pierdo algo de mi inocencia con cada primera vez y no me importa.

Sé que no volveré a sentir ese escalofrío que atravesó mi cuerpo al recorrer las calles de la ciudad corriendo entre gritos y pancartas, al ver su cara esperando…

Quizás no vuelva a permitir que nadie me bese así.

Y… sin embargo quiero sentir y vivir.

Anduve por la luna para volver a una cárcel que creé para protegerme y ahora simplemente me escapo. Porque mi cárcel-armario es mía y yo tengo la llave.

¿Volver dentro? No, gracias. Ando fuera… corro… y grito.

23 agosto 2006

SOBRE LOS ARMARIOS

Armarios con esqueletos dentro, escondidos, tan escondidos que a veces nos olvidamos de ellos y salen en el momento más inoportuno.

Armarios aparentemente cómodos en los que de repente no cabemos.

Armarios de madera finamente labrada.

Armarios de hielo.

Armarios hechos, también, con los restos de nuestros sentimientos aparentemente desarmarizados.

Armarios portátiles en los que escondernos, a ratos, cuando la presión externa, o interna es demasiado grande.

Siempre es demasiado incómodo estar dentro de un armario y… sin embargo, a veces nos convencemos de lo contrario.

Chaika hablaba hace unos días de volver (o no) al armario.

Yo salgo ahora de un extraño armario hecho de una mezcla de hielo y sentimientos.

Y noto como mis pies, mis manos, mis neuronas rebotadas, mis palabras, mis dedos… se escapan de dentro de ese armario al que no recuerdo haber entrado de modo consciente, pero entré.

A fuerza de oír decir a los demás que lo mío no son los armarios me lo creí.

Y… ahora me sorprendo en esta lucha por salir de mi armario de hielo y constato que sí, hay armario.

Construí un flamante y gélido armario para protegerme…
O quizás solo me limité a reforzar un protoarmario que ya existía…

Como a los prisioneros de la caverna de Platón me duele, en los ojos, la intensa luz que hay fuera del armario. A ratos quiero regresar a las sombras de mi helado cobijo… y solo noto frío.

Luces que me hieren, palabras que me enganchan, letras, letras, muchas letras contenidas en los miles de libros que no leí… sonidos que no escuché… y siento que echo de menos la vida no vivida.

Quiero gritar con la voz y las manos, con el cuerpo y mis pensamientos… Trozos de hielo y luz se clavan en mi cuerpo y dejan salir los restos de mí aún congelados. Miro atrás y veo cadenas… cadenas de doméstica seguridad que no quiero.

Cajones de besos, estantes de versos, colgados los sentimientos… fuera me quemo y me encanta. Porque mi alma estática, cansada, descansada… no era más que un alma muerta.

Y sé que no volveré porque mis piernas, que fueron las primeras en salir, ya no caben. Crecieron corriendo…
Salgo. Grito al miedo que ya no quiero cadenas, sombras, puertas ni cajones… De un armario solo es posible salir, salir… salir corriendo.

22 agosto 2006

Tensa Armonía

Un pie tras otro en lento, torpe, rígido, movimiento.
Músculos tensos que tensan otros músculos que se mueven.
Y un tobillo sucede al otro…

Torpe movimiento frío, como mi sangre fría.
Torpes mis piernas en estos metros
de avance llano por las calles de mi mundo.

Me encaramo al suelo que sube con piedras que duelen en los tobillos fríos.
El sudor sabe a tierra empinada
y yo solo subo, subo, subo…

Fibras tensas en mis piernas que casi se rompen, pero sigo.
Y subo… y casi llego, sigo…
Grito cuando llego arriba.

Sale de mí toda la tensión y el terreno se vuelve blando y suave.
Las piedras se deslizan hacia abajo.
Sale otro grito… no soy consciente de haber sido yo.

Corro… ahora sí , corro libre…

Aire en mi cara.
Tierra en los pies.
Ramas en los brazos…

Abro los brazos y toco las hojas, plantas…
Quiero ser bosque y me como el camino con las piernas.
Tropiezo una vez, y otra… y sigo.

Piernas animales libres de hielo,
Pies que saltan sin apenas tocar el suelo,

Pasa el calor del suelo a mi cuerpo
Tobillos, rodillas…
Se queda enganchado a la pelvis
Corre por mi cintura
lo atrapan mis brazos.
Y sube…
Y mi cuerpo baja…

La montaña desciende y yo con ella.
Grito más.
Abrazo un árbol
mientras Bunbury me dice al oído
Lady, lady Blue

Desnivel que me tira hacía abajo,
me despeño casi, pero sigo…
y finalmente llego.

El aire deja de rozar mi cara,
me inundo…
agua que se desliza por mis manos…
Agua… dentro también.

Soy elástica, mi piel mojada está relajada,
soy armónica, soy un cuerpo cansado
soy… sonrisa que busca descanso en un teclado.

21 agosto 2006

Mira… tengo sEcReToS

Somiatruites Me ha mandado deberes. Después de resistirme durante unos días ahora decido enfrentarme a ellos.

Se trata de decir 7 secretos (número 7 otra vez…), aunque quizás diga 8, pues ese es al fin y al cabo el número que más me gusta. Ya veremos… de momento ahí van:

Secreto 1
Temo a las alturas. Eso no significa que me quede anclada a la tierra. Lo cierto es que no disimulo del todo mal mi miedo, pero sigue ahí. No hace mucho me encaramé a algunas montañas y me encontré con un infierno de nieve y rocas. No mirar para abajo y limitarme a subir… eso es lo que hice. Fue genial, en algunos momentos lo pasé muy mal, pero… repetiría, jeje.

Secreto 2
Una amiga me llama Forrest (Gump). ¿Motivo? Corrí más de 42 kilómetros seguidos sin parar.
Ya… ya sé, debería llamarme Loka (De atar). Pero… no estuvo mal la experiencia. ¿Las secuelas? Perdí unas cuantas (casi todas) uñas de los dedos de mis pies. Pero crecen otra vez.

Secreto 3
Recuerdo una ocasión en la que fui nadando con una sola mano (en la otra llevaba una camiseta que no debía mojar) hasta un barco. El barco era de los amigos de una amiga y no podía acercarse mucho a la orilla. Nosotros debíamos ir hasta él. Lo pasé mal, muy mal. No se mojó la camiseta. Sobreviví. Nadie supo que lo pasé mal, tan mal…

¿Motivo posible?
De pequeñaja yo estaba sentadita en el borde de una piscina alguien me empujó y caí. Caí, caí… me fui al fondo. Me recuerdo a mí misma asustada y consciente de que nadie me había visto. No sabía qué hacer. Ya… ya sé que es difícil eso de irse directa al fondo, cuesta hundirse cuando es eso lo que deseamos… pero en esa ocasión la niña que yo era se fue al fondo y se quedó allí asustada y pensativa. Sé que caminé hasta llegar a una cosa blanca. La cosa blanca resultó ser una escalera. Me agarré. Subí. Nadie se había dado cuenta. No conté nada, me sentía culpable (sí culpable, aunque no tenga sentido). Desde entonces mi relación con el agua es de un extraño, amor-odio… tengo miedo a meterme donde el agua cubre del todo mi cuerpo. Trato de disimular mi miedo para que no se note, pero ahora ya lo sabéis.

Secreto 4
De pequeña leía casi cualquier cosa que llegara a mis manos. Si llegaban pocas cosas repetía lo leído hasta el momento. Ese es el motivo de que leyera dos veces La Regenta. Todo el mundo se ha sorprendido siempre de que repitiera con ese libro. No era una elección. Con el paso del tiempo comencé a decidir qué leer… incluso me volví más vaga y pasé temporadas en que apenas leía. Hay un hábito que conservo, aunque intento hacerlo compatible con el respeto a las personas que me acompañan: Me encanta leer comiendo… y si no tengo nada que leer a mano (y estoy sola) me leo las etiquetas de los envases de los alimentos.

Secreto 5
Desde que comencé este blog tengo sobre la mesa un libro de color naranja que normalmente dormía en una estantería. Ya considero a ese libro parte de este blog. El libro se llama: Los filósofos Presocráticos se trata de una cuidada recopilación de textos de los filósofos griegos anteriores a Sócrates (los llamados Presocráticos). Cuando necesito inspiración abro el libro y de forma azarosa siempre me tropiezo con algún fragmento referente a Heráclito de Éfeso. Podría ser otro autor, pero no, la casualidad quiere que siempre lo abra por la parte de Heráclito.
Nota: Si fuera otro autor el elegido por la causalidad, por ejemplo, Parménides de Elea (filósofo del ser, de lo estático…) creo que hubiese dejado de usar ese libro como inspiración. El pensamiento de Heráclito es radicalmente diferente, es el filósofo del cambio (todo fluye…).

Secreto 6
Casi todas las fotografías de mi blog las he hecho yo. Y en alguna, además, también salgo yo. Hasta ahora solo hay una excepción: la fotografía del glaciar agujereado que es de una amiga. Ella consintió en que la utilizara.

Secreto 7
Tengo una pareja de periquitas que me regaló una bloguera a la que conozco desde antes de que fuera bloguera. Cuando las compró le aseguraron que eran macho y hembra. Yo tuve dudas desde el principio y no me equivoqué. Lo cierto es que forman una auténtica pareja, se dan besitos, a veces se pelean… pero se quieren mucho y eso se nota.
¿Cuál es el secreto? Pues que conozco a esa bloguera, mucho y… de momento, su identidad seguirá siendo, eso, un secreto.

Secreto 8
Me pierdo en la noche de los tiempos al recordar a una chica encarnación de la alegría, los sueños, la ilusión… Los juegos más puros de mi niñez los hice junto a ella, también otros impuros (solo un poco). Un día enfermó y… yo pensé que con desear algo con la fuerza suficiente bastaba. Deseé… Y no funcionó. Y… a veces sucede lo imposible. Esa persona murió. Lo que sucedió no es un secreto, pero quizás lo sea admitir que durante mucho tiempo me culpé por no saber, no poder… hacer nada. Dolía… dolía tanto que no quise permitirme que se notara demasiado. Y sé que esto afectó en mi vida posterior y en mi relación con alguien… alguien muy importante. No sé ser clara con los demás si no soy capaz primero de entenderme a mí misma. Entender… entender simplemente que es humano sentir dolor. Lo siento.
Admitir aquello que me duele, lo que me limita, lo que me hace más vulnerable y frágil me cuesta… Era un secreto…

Estos son pues mis (ocho) secretos. Y… enredado en ellos alguno más que quizás sea posible leer entre líneas… Y entre líneas quizás se escurran gotas de insípida agua de deshielo… quizás moje.

Ahora se supone que debería pasar el testigo a otros, pero no lo haré, no al menos de modo directo. Si alguien quiere contar siete, ocho, quince secretos… puede hacerlo y pensar que fui yo quien le mandó la tarea.

19 agosto 2006

De lo apolíeno y lo dionosiaco

Turbio vino gallego en mis venas. Turbio el líquido amarillo que corre por ellas, que se mezcla con el rojo de la sangre que intuyo dentro. Turbio el pensamiento en mis neuronas, turbio el sentimiento. Turbio el silencio en esta noche turbia.

Turbias las intenciones de esa chica. Turbios movimientos. Turbia mi tibia reacción.

Entre lo apolíneo y lo dionisíaco me debato sabiendo que, ahora que corre el alcohol por mi cuerpo, Dionisos gana.

Cansada para seguir… despierta para dormir. Quise regresar para no continuar esquivando su mirada. Y ahora escribo para ganar los favores de Apolo, pero sé que Dionisos gana.

En Delfos podría ofrecer mi alma a Apolo y sé que sería Dionisos el afortunado. Dionisos que con vino se ganó a Ariadna.

Y aunque sé que Apolo no sabe de amor… sigo, sin embargo, queriendo creer que la lógica puede con todo.

Los restos de mi sangre helada buscan la razón mientras los restos de mi cuerpo y mi alma se pierden en el líquido de la sensación.

Nietzsche… mató a Dios, quizás es hora de asesinar a la fría razón.

Después del magnicidio solo queda el agua igual y distinta del fluir heraclitiano.

Turbias sensaciones…
Turbias emociones…
Y, sin embargo,
Ahora sé, que sé, lo que no quiero.

“Anduve buscándome a mí mismo” (Heráclito)

Encontré un vino claro, dulce y simple. Bueno para dejarlo correr por mis vasos. Vino sin complicaciones, néctar dionisiaco pleno de sensaciones y carente, también, de sentimientos.
(Editado el 19/08/2006 a las 12:35 am)

Alcohol anoche, ahora café. Siempre música.

Sobre lo apolíneo y lo dionisiaco… me inspiré muy libremente en El nacimiento de la tragedia de Nietzsche.

Me recuerdo a mí misma en mi pasado racional indignada ante las letras de Nietzsche. Y, sin embargo, ahora que el hielo se rompe sobre mi piel me siento más visceralmente dionisiaca que nunca.

17 agosto 2006

no fue un sueño


Rozo con la punta de mis dedos tu piel erizada.
Una gota escapó de tu cuerpo y resbala corriendo por tu piel.
Beso un gemido que saboreo y me trago.

Un día, dos, tres… y todavía encuentro rincones de ti que no conocía.

En tu ombligo hay ahora un volcán.
Luego descubro un vaivén nuevo en torno a tus caderas.
Y ahora… mi cuerpo baila solo con tu voz.

La música en mi recuerdo, enreda el miedo a que nos pillen con nuestros suspiros.
Y no me importó que en la puerta de al lado durmiera el peligro.

Tumbada tú, yo le hablo a tu espalda. Me muero por tocarte y lo hago.
Saludo con un “hola” cada uno de los milímetros de tu piel.
Y noto como cambia. Como cambias tú.

Te desesperas y me encanta. Te susurro más saludos.
Mis manos se multiplican y tu piel también.

Grito…
Gritas…

Te conviertes en agua entre mis manos.
Me resbalas, te resbalo.
Gritamos…
Y el sol nos sorprende una vez más.

Dulces sueños entre los sueños posibles, pero…
No, esto no fue un sueño.

tiemblo...

Noche sin estrellas que mirar, sin libros que devorar, noche sin sueños que soñar, noche solo noche. Noche de negrura negra. Noche de deshielo mojado. Noche que sueña solo con dejar de ser noche. Noche que se pierde en la noche… de los tiempos.

Noche de besos escondidos en el alcohol de tu aliento. Noche de melancólicos recuerdos.

Noche sin sueño, noche sin café... Noche que no es más que noche, solo noche…

En la oscuridad de esta noche negra noto que lo que corre por mis venas ya no es solo hielo. Noto sangre… noto mi sangre… noto el olor de esta noche en la que ya no hace frío y, sin embargo, tiemblo.

16 agosto 2006

desnuda

Regresé a la ciudad un poco más desnuda. Desnuda de hielo y de ropa. Desnuda de alma. Y no siento frío.

No sé donde andaba mi timidez cuando me despojé de la ropa y me sumergí en agua que fluye. No me planteé la posibilidad de ir a buscar un traje de baño. Simplemente me estorbaba la ropa y la sustituí por agua y sol. Por sol y agua.

Sol que calienta la piel y el hielo bajo ella. Hielo rodeado de agua que se deshace.

En las noches, frío nocturno iluminado por estrellas. En los días, sol amarillo rodeando mi cuerpo desnudo.

Reconocí a un trotamundos con el que ya coincidí en el pasado y me explicó los secretos de su soledad trashumante. Me habló de besos y sueños, de amores y preamores. Porque, me dijo, nunca se había enamorado, solo preenamorado. Esa era su elección de vida.

Y recordé el momento en que mi trotamundos favorito quiso enseñarme sus virtudes como amante. Y mientras recordaba y escuchaba sus palabras, me pareció más interesante que nunca. Pensé que podría pasar horas escuchándolo, pero mi respuesta del pasado sigue siendo la del presente: No. No seremos amantes.

Conversé con una chica mientras a nuestro alrededor caían estrellas, fugaces estrellas de belleza helada en la noche fría.

Conocí a dos chicas pura representación de “la amistad”. Y me encantó que quisieran compartirla conmigo. Me enseñaron un rincón especial y allí quisieron confiar en mí. Me tiraron las cartas de una baraja gitana sobre el suelo de piedras y tierra. Frente a nosotras montañas cortadas a pico. En el suelo mi destino en forma de trébol de cuatro hojas. Lo mejor los momentos compartidos.

Cedí durante un instante mi piel a otra mujer y ella quiso usar sus manos para hacer un masaje. Y no notó el hielo enganchado a mis articulaciones, y se sorprendió de encontrarme tan relajada, y yo, también.

Hice, también, algo que se me da mejor que recibir. Dar. Prestar mis manos, perder la conciencia por unos minutos, largos minutos de contacto de mi piel con la suya. Hombre, mujer… no importa, pero era una mujer. Mis manos, su piel y entre ellas algo de aceite. Solo eso. –Cómo se nota que haces esto a menudo, ¡Deberías dedicarte a dar masajes! –Dijo ella. –No. No lo hago a menudo –respondí. Y mientras hablaba mi cuerpo se inundó de una timidez sólida y fría que ella disolvió con una enorme sonrisa.

Regresé con tantos teléfonos y mails que no sé si podré responder a todos. Con algunos me comprometí, con otros no. Algunos contactos ni tan siquiera los pedí pero llegaron a mí.

-Aquí te desnudas por dentro además de por fuera. –Dijo otra mujer. Sí. Quizás nunca antes me desnudé así. No ante tanta gente, no de un modo tan poco íntimo y profundo a la vez.

Una señora adinerada replanteándose su vida quiso explicármela. Y me sorprendió que le hicieran tanto bien mis palabras. -Te llamaré – me dijo al despedirse.

Me sorprendió un enorme, intenso, abrazo de despedida de una chica de ojos claros y profundos como el mar. Pasaron los segundos y ella seguía abrazándome. En cierto momento comenzó a apretar con sus brazos mi cuerpo contra el suyo. Pensé que era más fuerte de lo que anunciaba su frágil mirada, pensé, también, en toda la gente que nos rodeaba, finalmente me olvidé de todo, solo existía nuestro abrazo y mi cuerpo se relajó. Acerqué mis labios a su oreja y le dije -Cuídate.

–Vuelve pronto -me dijo mientras me daba su teléfono. Yo no le había dado el mío. Me besó en la cara durante largos segundos. Había hablado muy poco con ella. Es heterosexual. Yo no. Sé que lo sabe. No me siento incómoda, en el pasado me habría sentido perdida, ahora simplemente pienso en la enorme energía transmitida en ese abrazo. Nada más. Probablemente volveré a verla, la saludaré y sonreiré. Quizás hablemos algo más. Quizás una amistad, quizás no.

Y también dije: “No” y no fue un “no” causado por la parálisis que el hielo provoca en mis extremidades. Fue un “no” fluido como el agua en la que mojaba mi cuerpo cada día. Un brasileño quiso que yo le hiciera un masaje y yo no. También lo pidió a otra chica pero ella decidió darme el masaje a mí. No renuncié a intercambiar palabras con el brasileño y me encantó hacerlo, pero no me apetecía tocarlo, es así de simple.

Redescubrí que el Tai-Chi no era lo mío. Quise enseñar a mi cuerpo a moverse lentamente junto al mejor maestro que puedo imaginar. Pero no funcionó, no ahora. Porque ahora lo que pide mi cuerpo es movimiento libre. El control no se lleva bien con el deshielo.

Me fui de excursión y ejercí de guía por esos caminos empinados. En otro momento quise irme sola para sentir el aire en mi cara, la tensión en las piernas, la adrenalina corriendo por mi sangre llenando mis músculos de energía. Subí, subí, subí… en un refugio bebí y conversé con un señor que quiso saber de dónde había salido yo. Me encantó ese encuentro. Luego bajé, bajé, bajé… tropecé con raíces y piedras, lastimé la piel de mis piernas con los tallos llenos de espinas de la vegetación que casi cerraba el estrecho camino, pero no paré.

Y luego… al llegar abajo, me desnudé otra vez. Libre. Y comí y bebí y conversé. Y soñé mirando las estrellas.

Escribí sobre lo sentido y fantaseé con publicarlo aquí. Pero no lo hago. Escribo ahora con nuevas letras. Letras de deshielo con las que me desnudo, ahora, aquí, otra vez.

10 agosto 2006

ARMONÍA INVISIBLE


Una armonía invisible es más intensa que otra visible. Heráclito.

Hoy quise escribir sobre como me siento y descubro, que ya no puedo. No, al menos, como lo hacía hasta ahora. Porque Heráclito tiene razón y deseo que esa armonía invisible que me hizo sonreír siga siendo invisible.

Hielo a trocitos, con agujeros. Hielo que deja de ser hielo desde el preciso momento en que admite que es hielo. Y me vuelvo agua al tiempo que descubro que el agua fluye hacia otras aguas y me sorprendo y recurro a mi racionalidad para negarlo. Pero forma parte de mi descongelación. Y también el deseo de invisibilidad de esa nueva, intensa, armonía.

¿Qué sucede cuando el hielo conversa con las estrellas?

Los cuerpos celestes son cubetas de fuego, alimentadas por exhalaciones procedentes del mar; los eventos astronómicos tienen también sus medidas. (¿Cómo no? Heráclito).

Me movía bien entre estrellas cuando mi cuerpo era un bloque sólido de hielo. Me sentía bien en el espacio, quizás porque pensé que allí, en la nada que se extiende entre los cuerpos celestes siempre hacía frío.

Me gustaba perder mi mirada en Orión, jugaba a ver su nebulosa, aunque sabía que con las luces de la gran ciudad es imposible. Pero yo sabía que estaba allí. Orión, constelación de invierno adecuada para los cuerpos fríos con corazón frío.

Ahora me descubro mirando a las estrellas en verano y noto que lo que siento es justo aquello sobre lo que no quiero escribir y aún así lo hago intentando mantener una extraña armonía entre lo visible y lo invisible.

Y en lo visible veo estrellas que me fascinan y no quiero dejar de mirar arriba. Y sé que aquí el cielo está siempre, demasiado, iluminado y sé que las redes que me llevan a estrellas lejanas no son más que una ficción de la vida, porque la vida está aquí y ahora, pero sé que también estoy viva cuando miro arriba.

Estos días me marcho allí dónde miles de estrellas brillan. Allí donde la civilización no llega. Allí donde lo más simple es dejarme fluir sin más. Y quizás vuelva con la piel tostada y la capa de hielo junto a ella más fina, quizás siga siendo yo y al mismo tiempo otra persona diferente, quizás conozca nuevas estrellas, quizás… pero sé que al volver mi fascinación por el trocito de cielo que ahora pueden ver mis ojos seguirá intacta.

Y ahora, antes de marchar, sé que si cierro los ojos siento calor en el lugar donde antes había una calma fría. Y sé que forma parte del proceso de descongelación. Y sé que el color verde que llena mis ojos corresponde a un chakra que se sitúa más arriba de mi abdomen. Y sé que ya no es el momento del color amarillo, pero me resisto a ello. Quizás por eso me resulta tan raro escribir este post, y me pierdo entre griegos, estrellas y chakras de colores, aún sabiendo que quizás esto no se entienda, pero yo ahora soy esto.

09 agosto 2006

“There’s a hole in my life”


Hoy me despertó una voz al teléfono. La voz tardó en darse cuenta de que yo andaba más dormida que despierta pero finalmente vio que algo pasaba; mis respuestas a sus preguntas eran incoherentes, un farfullo incomprensible era lo único que salía de mis labios.

- ¿Qué te pasa? - Preguntó.
- ¿Qué hora es? – Fue mi respuesta.

Entonces se dio cuenta. - ¡Ohh! Estabas durmiendo-. Sí, dormía. Raro en mí. Porque yo me despierto pronto, incluso cuando me voy a dormir tarde. La voz, que me quiere bien, dijo a través del teléfono que me dejaría seguir durmiendo. Pero yo ya no quería dormir. Sentía un enorme peso en la cabeza y una sensación densa y etérea a la vez.

Un agujero… esa canción de Police… la sensación de tomar plena conciencia de sentir cómo es eso de descongelarse. Porque el camino de la descongelación no es una senda uniforme. Hay partes de mi cuerpo completamente congeladas y, sin embargo, descubro con horror enormes agujeros en otras partes de mí.

Y mientras hablaba con “la voz” en una surrealista conversación de besugos llegué a la conclusión de que algún significado debía tener que precisamente viniera a mi mente la letra de esa canción en ese momento. Porque “la voz” es una autoridad en todo lo que tenga que ver con ese grupo inglés. Quizás debiera dejar de creer en las casualidades porque a base de llenar mi vida de ellas siento como mi libertad de hacer o no hacer, sentir o no sentir… desaparece.

Hoy más que nunca necesito un café que preparo con calma, no podría hacerlo de otro modo. Si ahora me vieran todos los que dicen de mí que soy puro nervio se sorprenderían. Estoy llena de agujeros y no puedo moverme más rápido.

Tengo una imagen en la cabeza y la busco… otra casualidad quiere que piense precisamente en esta imagen. Iceberg de la Patagonia. Trozo de hielo desprendido de un glaciar, como yo, lleno de agujeros. Y como yo, solo un fragmento de algo más grande que todavía está congelado.

Se mezclan los viajes reales con los viajes soñados… se mezcla el frío del aire que circula entre los agujeros de mi cuerpo congelado con el calor del líquido negro.

Y en mitad de tantas extrañas sensaciones, mis ojos se quedan clavados mirando las palabras bellas que un ángel del pasado escribió en el presente para mí. Y pienso que no soy tan maravillosa como ese ángel cree, que estoy llena de agujeros y que ruedan gotas de agua de deshielo mojando toda mi piel.

Cierro los ojos para no sentirme tan desnuda. Y sé que los agujeros permanecen, pero si soy capaz de mantener los ojos cerrados nadie los verá. Porque ya aprendí que en mis ojos se reflejan, sin que yo pueda evitarlo, mis miedos, deseos, anhelos, esperanzas…

Y ahora en mis ojos hay agujeros… y decido no responder, de momento, a esas bellas palabras que un ángel escribió para mí. Porque yo no me siento ángel, solo un trozo de hielo con agujeros.

07 agosto 2006

CAFÉ SIN HIELO


Con los ojos cerrados meto los labios en el líquido caliente. Cálida y dulce caricia humeante.

Me gusta tocar, oler, sentir, paladear, tragar, aprehender, sorber, verter la piel junto a mi boca en el interior de la taza y perderme en el líquido negro.

Cafeína dentro de mis vasos sanguíneos circulando allí por donde hasta ahora no podía circular ni tan siquiera la sangre.

Sé del poder del café porque más de un día me devolvió la vida. Café mañanero compartiendo su humo con humos de dudosa procedencia. Humos que despiertan las neuronas que hubiesen querido vivir en eterna congelación. Días de apasionada conversación mezclada con cafeína enganchada a una bebida brusca y negra.

Sin ser fumadora me enamoré un día del humo de un cigarro. Era humo impuro, humo mezclado con otros humos, humo que olía a tabaco áspero y a café ácido, a cafeína amarga y a besos dulces. Humo extraño que me mantenía enganchaba a unas palabras mientras ingería como una posesa sorbos de líquido caliente y trataba de sacar mis ojos de otros ojos que se comían mi cuerpo.

Y después de muchos cafés corriendo por mis venas comencé a sentir latidos en mi corazón. Y de repente el pasado se hizo presente. Y comprobé que en plena descongelación podía sentir el calor deslizándose por mi cuerpo.

Líquido corriendo por la piel sobre mi cuerpo. café mojando por dentro. Néctar negro que me enseñó a sentir en eternas noches sin sueño. Cafeína mezclada con letras recitadas hasta el amanecer.

Oscuro fluido para calentar los tejidos bajo mi piel todavía congelada. Café dentro de mis vasos capilares llegando a cada uno de los rincones de mi cuerpo.

Cafeína para sentir que todavía siento, líquido negro para calentar mis días de frío, café aquí y ahora como testigo de una descongelación.

Café siempre sin hielo. Café. Solo café que sirve para calentar el alma.

05 agosto 2006

PEQUEÑA EDAD DE HIELO



Desde mediados del siglo XIV hasta entrado el siglo XIX el mundo vivió una Pequeña edad de Hielo.

El avance de los glaciares provocó el retroceso de las gentes que vivían en las montañas. Dicen que el Ebro se heló siete veces. Y yo me pregunto si es casualidad que una vez más el número siete aparezca en mi vida, pero no hago caso…

Patiné sobre el río Tamesis congelado. Caminé desde Manhattan hasta la Isla de Staten porque el mar era sólido bajo mis pies. Recuerdo, también, haber llorado hielo sobre mis mejillas.

Cinco siglos pasé congelada. Cinco siglos que transcurrieron durante un día, un mes, un año, dos... o incluso más. Pero eso ahora no importa. Porque aquí, ahora, asisto al deshielo y me quedo fascinada, a ratos también aterrorizada, pero no me detengo. Porque fluyo, no puedo evitar hacerlo.

Como un glaciar fluye camino de su muerte, cada una de las células de mi ser fluyen camino de un abismo que quizás sea un infierno o un paraíso, en todo caso un lugar cálido, porque el fin del frío está próximo.

La presión del hielo provoca que su estructura molecular cambie. En contacto con la tierra el rozamiento y el peso convierten en agua los pies del glaciar, pies que resbalan ladera abajo cuando su cabeza y corazón todavía no habían decidido que era el momento de fluir…

Y yo que soy como un glaciar, me pierdo mirando mis pies que se deslizan… y me cansé de agarrarme a los salientes rocosos que me lastiman las manos. Y ya solo tiene sentido dejarme deslizar y no mirar atrás.

03 agosto 2006

¿CUANTO ES QUERER DEMASIADO?

Periquita Azul: Es que la quieres demasiado.
Vita: (silencio)
Periquita Azul: ¿Me equivoco? Yo creo que no.
Vita: (más silencio que comienza a ser incómodo)
Periquita azul: no me equivoco…
Vita: No… (Por fin me sale la voz abriéndose paso entre lágrimas. Creo que conseguí que suene un “no” neutro, al menos lo intenté).

Mi querida Periquita Azul voló a su tierra después de una visita de cortesía que me hizo hace poco, venía con su Periquita Verde, ambas enamoradas.

Periquita Azul me conoce bien. A veces pienso que demasiado bien.

¿Es posible querer demasiado a alguien? ¿Qué es querer demasiado? Quizás es demasiado cuando duele, cuando lleva demasiado tiempo doliendo… Quizás es demasiado cuando una amiga como ella me lo dice y yo no puedo hacer nada para evitar que las lágrimas se derramen inundando mis ojos y mojando mi cara. Quizás demasiado es amar incondicionalmente a alguien que sí pone condiciones.

Y… algo ha cambiado. Quizás amar demasiado sea estar dispuesta a dejar marchar a alguien a pesar de sentir tanto. Porque siento terror, terror a que nunca emprenda el vuelo de retorno, terror a perder ese algo llamado amistad en lo que siempre quise que se convirtiera nuestro amor.

Y… me doy cuenta de que dejé de vivir para que mi vida no interfiriera con la suya.

Y… me confieso a mí misma que quizás si huyo de todo lo que me suene a “ambiente” sea (entre otras cosas) porque no quiero volver a entrar en ese pueblecito en el que todo el mundo se conoce, ese pueblecito que sé que ella frecuenta, porque no quiero influir en su vida, en sus acciones. Y… me doy cuenta de que me pierdo parte de vida, de mi vida…

Y… decido comenzar a dejar de hacer lo que solía en esta mi eterna huída. Y decido iniciar este blog porque a pesar del miedo que me da que ella lo encuentre por casualidad, a pesar de todas las excusas que siempre puse para ser solo una mirona… a pesar de todo eso y mucho más… hay algo que siempre hice, incluso desde antes de tener una conciencia clara de ello: Escribir.

Y… quiero decir desde aquí: gracias a If. Porque creo que el inicio de la decisión de este proyecto comenzó ayer por la noche mientras hablaba contigo.

Noche extraña de conversaciones con Periquita Azul, con If, conmigo misma… y aquí estoy. Una novata nerviosa ante esta nueva aventura.