10 agosto 2006

ARMONÍA INVISIBLE


Una armonía invisible es más intensa que otra visible. Heráclito.

Hoy quise escribir sobre como me siento y descubro, que ya no puedo. No, al menos, como lo hacía hasta ahora. Porque Heráclito tiene razón y deseo que esa armonía invisible que me hizo sonreír siga siendo invisible.

Hielo a trocitos, con agujeros. Hielo que deja de ser hielo desde el preciso momento en que admite que es hielo. Y me vuelvo agua al tiempo que descubro que el agua fluye hacia otras aguas y me sorprendo y recurro a mi racionalidad para negarlo. Pero forma parte de mi descongelación. Y también el deseo de invisibilidad de esa nueva, intensa, armonía.

¿Qué sucede cuando el hielo conversa con las estrellas?

Los cuerpos celestes son cubetas de fuego, alimentadas por exhalaciones procedentes del mar; los eventos astronómicos tienen también sus medidas. (¿Cómo no? Heráclito).

Me movía bien entre estrellas cuando mi cuerpo era un bloque sólido de hielo. Me sentía bien en el espacio, quizás porque pensé que allí, en la nada que se extiende entre los cuerpos celestes siempre hacía frío.

Me gustaba perder mi mirada en Orión, jugaba a ver su nebulosa, aunque sabía que con las luces de la gran ciudad es imposible. Pero yo sabía que estaba allí. Orión, constelación de invierno adecuada para los cuerpos fríos con corazón frío.

Ahora me descubro mirando a las estrellas en verano y noto que lo que siento es justo aquello sobre lo que no quiero escribir y aún así lo hago intentando mantener una extraña armonía entre lo visible y lo invisible.

Y en lo visible veo estrellas que me fascinan y no quiero dejar de mirar arriba. Y sé que aquí el cielo está siempre, demasiado, iluminado y sé que las redes que me llevan a estrellas lejanas no son más que una ficción de la vida, porque la vida está aquí y ahora, pero sé que también estoy viva cuando miro arriba.

Estos días me marcho allí dónde miles de estrellas brillan. Allí donde la civilización no llega. Allí donde lo más simple es dejarme fluir sin más. Y quizás vuelva con la piel tostada y la capa de hielo junto a ella más fina, quizás siga siendo yo y al mismo tiempo otra persona diferente, quizás conozca nuevas estrellas, quizás… pero sé que al volver mi fascinación por el trocito de cielo que ahora pueden ver mis ojos seguirá intacta.

Y ahora, antes de marchar, sé que si cierro los ojos siento calor en el lugar donde antes había una calma fría. Y sé que forma parte del proceso de descongelación. Y sé que el color verde que llena mis ojos corresponde a un chakra que se sitúa más arriba de mi abdomen. Y sé que ya no es el momento del color amarillo, pero me resisto a ello. Quizás por eso me resulta tan raro escribir este post, y me pierdo entre griegos, estrellas y chakras de colores, aún sabiendo que quizás esto no se entienda, pero yo ahora soy esto.

8 comentarios:

  1. gracias por pasarte por mi blog, nos leemos...

    kss

    ResponderEliminar
  2. Dicen que los cambios en sí no son ni buenos ni malos, que depende de como nos adaptemos a ellos.

    Yo siempre les tengo mucho miedo a los cambios, pero parece que tú sólo les tienes recelos. Eso está bien.

    ResponderEliminar
  3. mirar todas las estrellas a veces ciega..., y a otras veces, embriaga. Un amigo mio decía que si te concentras mucho mientras las miras... casi se puede sentir su calor. mmm, yo solo he podido sentir su energia penetrar por mis ojos y mi piel cuanto me tumbo junto bajo ellas, esa fascinacion me parece algo muy parecido a lo que desprenden los ojos de la persona amada (se que suena cursi, pero es mi sensación...)
    En fin, me involucré tanto en el texto que me dejas muy pensativa.
    Un beso grande

    ResponderEliminar
  4. Estrellas... yo antes las miraba, hasta que las cambié por la luna. Creo que volveré a recuperar mi afición por los cuerpos celestes. =)

    feliz viaje interestelar ^^

    ResponderEliminar
  5. Hola, ya entré el otro día para leer tus cosillas, y no te puse nada, no me hubiera gustado poner simplemente que me gusta mucho cómo escribes, porque eso ya lo sabes, te lo he dicho alguna vez, así que pensé que otro día me tomaría más tiempo para volver a leerte y más tiempo para responderte con algo más que dos líneas, y para decirte qué me parece lo que transmites.
    Te han dicho por aquí que te conoces muy bien, y tú has dicho algo así como que al menos lo intentas, y lo corroboro, quiero hacer plausible el hecho de que seas una persona que se cuestione, que se indague, que se pregunte y que se busque. Aplaudo que te confieses a ti misma (buena frase que has empleado) que tienes agujeros, que tienes partes del cuerpo que están congeladas, otras en proceso de descongelación, ríos de agua que fluyen... Todos deberíamos saber mirarnos dentro como tú.
    También quiero pedirte que no te angustie tanto eso, esa búsqueda, ese conocerse. Tómalo como un proceso natural, poco a poco nos vamos conociendo mejor y eso es en función de lo que vamos viviendo.

    En tu primer texto: ¿Se puede querer demasiado a alguien?
    Según mi propia experiencia, sí, sí que se puede; pero también por mi propia experiencia creo que una manera exagerada de querer, una forma desesperada de amar nunca podrá ser algo sano para nadie, ni para el amante ni para el amado, como tú dices: 'es demasiado cuando duele'. Supongo que en esta vida hay que tener al menos un amor así, desgarrador, al menos uno, para vivir eso, porque es toda una experiencia, ahí puedes comprobar cuanta capacidad de amar tienes dentro de ti, aunque luego no vuelvas a amar así, pero tienes que saberlo.
    En este primer texto también confiesas que en algún momento has dejado de vivir, y probablemente a muchos nos haya pasado, no se vive solamente porque se esté respirando.

    En tu segundo texto has llorado hielo sobre tus mejillas, y quizás fue una suerte, así te desharías al menos de un poco de hielo del que llevases dentro, y eso ocurrió porque fluyes, porque no puedes evitar hacerlo. Tras eso, te cansaste de agarrarte a salientes rocosos, y eso es genial, porque entonces te diste cuenta de lo que te hacía daño, ya una herida propia, ya algo ajeno a tu cuerpo, pero que te hacía daño, y supiste que era inútil seguir aferrándose al dolor.

    En tu cuarto texto te has sentido bien en el espacio, mirando estrellas, mirando cosas invisibles. Ha pesar de tan buena compañía has sentido frío, pero no te ha sentado mal, porque también se está vivo cuando se mira hacia arriba, y el frío es el estado natural de muchas cosas, y no es justo empeñarnos en pensar que siempre es nocivo.

    He dejado último al tercer texto, simplemente para decirte que es divino, de verdad genial, gracias por ponerlo y compartirlo. Es sencillamente delicioso.

    Un saludo, o mejor un beso, porque sé que son importantes para ti, y, como también lo son para mí, te lo mando con todo el gusto. Espero verte pronto. Cuídate. Irene.

    ResponderEliminar
  6. Sinfonía agridulce,
    Te visité porque alguien me habló de ti… y lo que dice ese “alguien” suele ser interesante. Como siempre “alguien” no se equivocó. Nos leemos…

    If,
    Cambios, miedo… el miedo es inevitable pero no le permitiré que me impida nada.

    Tormenta,
    Dulce la borrachera si es producto de la observación de bellas estrellas. Si te concentras mucho mientras las miras, a veces, consigues perderte dentro de ti misma… y sentir en tu cuerpo su calor, su energía penetrando... Estos días miré insistentemente al cielo y no me decepcionó.
    Te involucraste… quedaste pensativa… me gusta. Otro beso para ti.

    Oscar,
    ¿Muy bueno mi texto? Mis labios murmuran un débil gracias mientras noto el calor en mis mejillas. Gracias por visitarme. Sé que tu blog, y probablemente tus intereses, son muy diferentes a los míos, quizás por eso es para mí todo un honor recibir de vez en cuando tu visita.

    Caperucita,
    No hace falta escoger entre Luna y estrellas ¿no? Es cierto que en noches de protagonismo lunar las estrellas quedan en segundo plano, pero… ¿y esas noches de luna nueva? Por cierto… ¿has alzado tu vista para mirar al cielo en mitad de los Pirineos? Seguro que sí.

    ResponderEliminar
  7. Irene,

    ¡Sorpresa! Un super-comentario de un usuario anónimo. Y sin embargo, en ocasiones parecía que el usuario me conocía… un poco al menos. Leí, leí… finalmente me encontré con tu nombre. Te dejé para el final porque creo que no me será fácil comentar tu comentario.

    ¡Ufff! Hiciste un análisis de mis textos que asusta. Es extraño… me dejas pensativa.

    El texto del café… sabes que me gusta compartir café y otros líquidos también. Quizás otro día le toque al vino… Recuerdo un día en que mezclamos café, palabras, fotografías… Bien, ahora ya sabes qué pinta tiene mi café.

    Nos vemos algún día… claro. Pero si te desplazas podrías hacerlo acompañada ;).

    ResponderEliminar

¿Qué piensas?