01 febrero 2021

Una desconexión


Una desconexión entre mente y cuerpo. La dualidad cartesiana manifestada en cada una de sus arrugas. Miro sus ojos claros y me veo a mí misma. Reflejan la pasividad actual de la persona que nunca quiso parar. Manos quietas, a veces temblorosas, desconectadas de una mente maravillosa, ahora encerrada.

 

Un poco más de agua, por favor. Tras cada trago le recuerdo que ha de tragar. Paso a paso asisto al espectáculo de una gran rebelión neuronal. Un pie tras otro en perfecta sincronía, al filo siempre del abismo de una caída. Un poco más y llegaremos a tiempo de asistir al inicio de un nuevo día.

 


Dicen que todo empezó hace años en algún lugar de sus entrañas, allí cerca de donde yo nací. Un intestino enganchado a un cerebro que ya no quiere seguir dando órdenes. Un eje nervioso que poco a poco se olvidó de funcionar de manera autónoma.

 

Los músculos activos, los brazos rígidos y el cuello en permanente tensión. Una alarma disparada que no para y la incapacidad absoluta de descanso. Y sin embargo, sus labios permanecen cerrados. Apenas habla, me mira y sé que a pesar del silencio no puede parar de pensar de una manera errática, paranoica a veces. Un pensamiento absolutamente coherente con la circunstancia de vivir atrapada en un cuerpo incapaz de conectar con esa otra parte que usamos para pensar.

 

El mar en mis ojos, tan cerca, tan lejos, de los suyos. Me mira y la miro. Un día ella fue todo mi universo. El sistema eléctrico falló y el universo entero empezó a colapsar. Soy el planeta que sigue girando esperando el milagro que no es; y mientras, asisto al espectáculo de la desconexión de un cuerpo, frágil y cansado, de una mente maravillosa.

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