23 febrero 2021

REVOLUCIÓN

Vivo en una casa sin persianas, a veces me pregunto por qué diablos la elegí así. Tengo ventanas y contraventanas, puertas y contrapuertas. Algunas paredes son de ladrillo translúcido. Es complicado estar a oscuras cuando es de día pero me gusta.

Hace unos días viví una revolución, la mía. El sol, puntual como siempre, se situó en el lugar exacto en el que estaba cuando nací. Y yo, obediente, lo saludé desde mi ventana sin persiana.

También me asomé a otra ventana y observé una cuerda muy tensa de la que estiraban varias personas, algunas gritaban, otras golpeaban. Palabras gruesas de punta afilada, adoquines, palos de reglamento y ruido, mucho ruido.
 
Si cierro la ventana se acaba el ruido. Quizás me haya vuelto conformista o quizás no. Hago cosas convencionales y otras que no lo son. No me gustan los insultos. Escucho, leo, escribo, corro, salto y me emociono visceralmente, pero tengo alergia a las grandes certezas. Esas ideas absolutas y necesarias que anidan en las mentes de algunas personas especialmente motivadas, voluntariosas y dispuestas a la acción.

Comerme las noches y a sus habitantes, mirar las estrellas, esconderme en el alcohol y tragar las ideas con ardor. Convencida de mi visión quería convertir al mundo. Porque para los creyentes imponer la revolución siempre es posible. Y, sin embargo, a menudo me olvidaba de muchas ¿pequeñas? cosas, que también importan.

Gritar en las calles un día y gritar al empleado al siguiente. Clamar contra el sistema durante una hora y correr a buscar la comodidad de ese sistema a la siguiente. Un pack de ideas por decreto para sustituir a otras. Importa su visceral defensa, no tanto la coherencia.

Rehúyo de mandamientos y religiones, busco coherencia en la más absoluta y radical privacidad porque no me gusta decir a los demás lo que han de pensar. Y por eso tampoco escucho a aquellos que pretenden decidir por mí.

Una vida radical, y sin embargo, absolutamente convencional y anodina;  caminando descalza sobre piedras, amando a mujeres, contraviniendo algunas normas sociales y asumiendo otras, comiendo distinto, corriendo distinto. A veces, saltando cuando nadie lo hace y parando cuando los demás deciden seguir.

Y ahora el sol. Otra vez mi revolución. Miro y la veo, a ella. Me siento en casa y pienso que eso es algo absoluta y radicalmente convencional.

Escribo en un hogar sin persianas. Un teclado sobre una mesa que como Alicia crece y mengua. Las manos me llevan y yo simplemente obedezco porque sé que ellas son las verdaderas intérpretes de mi revolución personal.

11 comentarios:

  1. Hola Vita.
    He estado buscando mi último comentario en tu blog.
    11 de octubre de 2006!!!
    Casi quince años...
    He visto comentarios de otros blogueros que entonces yo también frecuentaba.
    Me ha dado un poco de nostalgia.

    Creo que If era amiga tuya, es posible? o debo ir a la farmacia a buscar medicación urgente para mi memoria?

    Bueno, me alegra volver a saber de ti.

    Espero que te encuentres a gusto en tu revolución personal.

    Saludos.

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    1. Hola Toro.

      Sí, produce nostalgia pensar en aquella época. Al regresar por aquí, releer lo escrito y mirar antiguos comentarios son muchas las cosas que se han removido dentro de mí. Cosas buenas, pero cosas.

      Tu memoria no te engaña, If era amiga mía y lo sigue siendo. De hecho es algo más que una buena amiga. Parece que le caí bien porque dejó su ciudad y se vino a la mía. Un tiempo después decidimos casarnos y ahora compartimos esa casa sin persianas de la que hablo en el post. A If le ha hecho mucha ilusión volver a saber de ti.

      Mi revolución personal está siendo una buena revolución con sus pequeños logros y sus pequeñas decepciones, apasionante como toda buena revolución que se precie.

      Es un privilegio volver a tenerte de visita por aquí. Regresa siempre que quieras eres más que bienvenido en este espacio.

      Un saludo.

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  2. me gusta el haberte leido
    un placer el ver tus letras

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  3. Las personas tan seguras de si mismas siempre me hacen sospechar. Creo que si manejas la mas minima información sobre algo, es imposible no dudar. El no hacerlo, el no dudar, siempre me parece un acto de aparcar el cerebro.

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    1. La duda siempre es incómoda pero tan necesaria... Encantada de tu visita, Beauséant. Un saludo.

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  4. Creo que soy adicta al ruido mientras dura el día, a veces abro las ventanas de par en par solamente para escuchar lo que pasa en la calle. Por la noche me pasa lo contrario.

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    1. Hola Ses. El ruido que se cuela por las ventanas de día a veces puede ser genial aunque entonces sucede que, yo al menos, dejo de llamarlo ruido. Un saludo.

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  5. odio el ruido
    la gente con grandes certezas suelen hacer mucho (ruido)
    no me gustan las cosas que ocupan mucho espacio
    qué bien leerte,

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  6. Hola begusa, bienvenida. Me alegra que te haya gustado el texto.

    Tras leer tu comentario me he quedado pensando en el espacio, el mucho espacio. Me da la sensación de que es probable que aquello que ocupa mucho espacio realmente lo ocupe porque se lo está quitando a alguien o a algo.

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